De zapatillas, un árbol y una elefanta 🌳🐘
Reflexiones sobre pequeñas historias de cosas que no pudimos salvar (y las que sí)
Hola!
Espero que estés empezando bien la semana. Siempre mando el news los domingos para que puedas leerlo con más tranquilidad, pero ayer no llegué a terminarlo como quería, así que sale hoy. Quizás muchos no puedan leerlo en medio de la semana, pero bueno, prefiero que salga tarde a que no salga nunca.
Las razones por las que no llegué igual son buenas noticias, y es que estoy escribiendo esto desde La Plata, porque hoy va a ser la presentación de la colección ABCiencias, Aulas Bonearenses Científicas, y mi libro “Cómo rompimos el mundo (y cómo podemos arreglarlo)” es uno de los 69 títulos seleccionados para repartirse en escuelas secundarias e Institutos Superiores de Formación Docente de la provincia de Buenos Aires [gritito de emoción]. Me hace mucha ilusión pensar que pueda llegar a muchos estudiantes y docentes. Ya voy a estar preparando y anunciando algo más al respecto, pero no quería dejar de compartir la noticia ahora que es oficial!
Pero bueno, todo muy lindo pero vamos al tema de este newsletter, que es un poco más agridulce. Se trata de algunas historias de salvación que sucedieron esta semana y no quiero dejar de destacar y dedicar un momento y un espacio, ya sea en forma de homenaje o reflexión, así que acá vamos...
👟Las zapatillas que (no) salvé
Estoy reinventando mi relación con Instagram. No soy fan de los reels y las historias casi no se muestran, así que empecé a hacer “drops” con algunos de mis hábitos cotidianos y emprendimientos. La idea es revisar mes a mes lo que fui registrando en fotos y hacer una selección. Como este de hábitos y este de emprendimientos.
Pero hay una foto que no pasó el filtro, porque me dio un poco de vergüenza. Es esta:
Esas zapatillas no eran mías, pero yo las dejé ahí.
Hace muchos (muchos) meses, en una caminata por Palermo las vi tiradas al lado del camino. Me surgieron mil preguntas. Era una “zona” de runners, no las habían descartado como cuando sacan ropa a la calle, alguien fue a correr con las zapatillas puestas y… ¿las dejó ahí tiradas? ¿Por qué?
Una tenía la suela completamente desintegrada. La otra estaba perfecta ¿Cómo se volvió? ¿Acaso tenía otras?
No las necesitaba ni las quería (estoy feliz con el calzado minimalista, #barefoot).
Ni siquiera eran de mi talle. Pero algo en mí dijo que no podía dejarlas ahí, así nomás. Quizás podía hacer algo con ellas. Repararlas, donarlas, no sé. Pero verlas e ignorarlas no se sentía bien.
Tenía esa sensación de que si no lo hacía yo, no lo iba a hacer nadie. Seguro hay una posibilidad de reparación. Vi cientos de videos que reparan zapatillas. La suela se reemplaza, el resto está perfecto. No puede ser ese el fin de su vida. Así que me las llevé. 🫠
Estaba cantado el final. Las guardé y durante meses estuvieron en una bolsa, ocupando espacio, esperando una decisión. Cada vez que abría el placard y veía la bolsa, recordaba que tenía que hacer algo con ellas. Pero no hacía nada. Y pasaba el tiempo.
En un acto de aceptación radical, en febrero me resigné. No iba a repararlas yo. Pero, quizás podía repararlas alguien más. Las publiqué en grupos de Facebook con toda la historia y el detalle. Pero no logramos coordinar.
En marzo me cansé. Me cansé de que me ocupen lugar en mi casa, y en mi cabeza. Me cansé de la culpa de sentir que yo “tenía que salvarlas”. ¡Ni siquiera eran mías!
Así que las llevé a la plaza y las dejé ahí. En un lugar análogo a donde las había encontrado, pero un poco más a la vista como diciendo “Hola, alguien quizás quiere darme otra oportunidad?!”. Como si esa fuera la única manera que tenía de soltarlas sin sentirme peor.
Algo en esto me moviliza como para dedicarle todo este espacio.
Porque en el fondo, no es trata sólo de las zapatillas.
🌳El abuelo quebracho contra la ruta
Estos días se está dando una lucha intensa y conmovedora para salvar un quebracho blanco de Villa Allende que tiene casi 300 años. Es el último de su especie en esa zona y para trazar una ruta recta, las autoridades ordenaron que lo saquen de raíz para trasplantarlo unos metros. Las probabilidades de que vaya a sobrevivir el trasplante son menos del 20%.
Casi 300 años tiene.
Eso es más que toda la historia de la Argentina como país independiente. San Martín ni había nacido.
La comunidad se organizó para tratar de salvarlo. Amparos legales, abrazos simbólicos. Acampe. Hace semanas están pidiendo por todos los medios y a las autoridades de todos los niveles que revisen la decisión. Ofrecen alternativas para evitar este traslado. La respuesta de las autoridades fue el silencio.
La justicia ordenó avanzar.
La resistencia menos pensada
Para mover un árbol de 300 años hacen falta grúas.
Todas las empresas de grúas de Córdoba con la capacidad técnica de hacer este trabajo se negaron a ser cómplices. Bravo. Era “sólo” un trabajo para ellas, y sabían que si no lo hacía una lo iba a hacer otra, pero igual dijeron que no. ¿Es otra categoría de ´activismo´ acaso?
¿Cuánto vale ese gesto de las grúas de decir que “No”? A mi me sorprendió y me conmovió. Me deja pensando que quizás no siempre se trate de salvar activamente algo. A veces negarse a destruir también es salvar.
Al final consiguieron una empresa Tucumana que dijo que sí. El trabajo se va a hacer igual.
Esto me deja pensando en lo importante que es tener nuestros límites claros. Porque no podemos ser soldados de todas las causas. Hay que elegir las batallas. Pero con ciertas cosas podemos trazar un límite y decir “No”. Como cuando decidimos por ejemplo, no comprar algo en Shein, o no hacer ese trabajo. No quiero ser cómplice de esa destrucción.
Lo que nos perdemos por evitar la curva
A pesar de toda la movilización, ayer finalmente le cortaron las raíces más profundas y lo movieron. 😪
Sólo queda rezar y esperar que sobreviva. Fuerza quebracho. 😪🙏
Lo triste es que la historia podría ser diferente.
La ruta derecha es conveniente y muy segura, pero podría hacerse un trazado alternativo que rodee el árbol y que incluso lo convierta en un atractivo turístico. “Visitá el abuelo quebracho de 300 años”. Pienso en voz alta. Pero por qué no?
No hubiera sido el primero ni el único árbol que desvía una ruta.

Hay otras rutas y caminos que rodean árboles preexistentes. Hay más comunidades organizadas intentando salvar árboles centenarios en otras partes del mundo.
Había alternativas.

Hay árboles famosos en todo el mundo por su singularidad y hay turismo para visitarlos. Cuando viajé a México fui a un tour en el que visitamos un árbol. El Tule. Es el árbol más ancho del mundo. Tiene 14 metros de diámetro. Estiman que tiene 2000 años de antiguedad. No entra en una foto entero, es inabarcable realmente. Fue impresionante conocerlo. Acá dejo una foto “interactiva” que saqué en 2015.

Pensé que ese quebracho podía haber sido eso. Córdoba podría tener su propio árbol-leyenda, su ruta desviada señal de que algo valioso no se toca. Pero no. Eligieron ser recordados como quienes valoran más una ruta recta y están dispuestos a matar al último quebracho blanco de la región.
Este espacio es 100% hecho a mano y con amor. Gratuito, pero no sin costo.
Si te suma y querés bancarme para que pueda seguir haciendolo, sumate al Club de Ambientalistas imperfectos por el valor de un café con medialunas. 🥰
🙏 Salvaciones con final feliz
Hay un final feliz. Otra historia que sucedió esta semana: Kenya, la última elefanta en cautiverio de Argentina, fue exitosamente trasladada a un santuario de elefantes en Brasil.
Este traslado y su llegada fueron noticia esta semana y la vivimos casi en tiempo real. Especialmente porque al momento de cruzar la frontera, se cumplió un hito, no hay más elefantes en cautiverio en el país. Kenya fue la última, después de Pupy, Mara, Pocha y Guillermina.
Pero este hito llega después de siete años de gestiones, de entrenamiento, preparativos, de papeles. Siete años en los que, desde afuera, parecía que nada pasaba. Cuántas cosas suceden tras bambalinas y sólo nos enteramos cuando salen en las noticias.
¿De quién es este logro? No puedo dejar de pensar en todas las personas que trabajaron y aportaron algo durante todo ese tiempo.
Hoy Argentina no tiene elefantes en cautiverio pero esto no fue obra de un héroe solitario ni de una campaña viral que explotó de un día para el otro. Es el resultado de un trabajo lento, técnico, institucional, y profundamente colaborativo.
Participaron organismos públicos, fundaciones como Franz Weber y el Santuario de Elefantes de Brasil; equipos de veterinarios, cuidadores, entrenadores y especialistas en bienestar animal; personas que estuvieron años resolviendo trámites, diseñando logística, acompañando emocionalmente. Cada uno hizo su parte, y solo así fue posible.
¿Qué podemos salvar? ¿Qué no?
Estas tres historias me dejan pensando sobre ese impulso de salvar, ya sean las zapatillas, el quebracho bicentenario, a Kenya o al mundo.
Sola no pude salvar las zapatillas. Pero sí pude salvar otras cosas.
A veces aunque nos juntemos y hagamos fuerza, tampoco se puede.
Pero otras veces, con tiempo y paciencia, con esfuerzo, con diálogo, con voluntad y entre muchos, sí se logra. Y cuando salen bien, nos devuelven algo de fe. Por eso seguimos intentando.
Porque incluso aunque haya derrotas, también hay momentos que nos recuerdan que valió la pena seguir. Que no estamos tan solos. Pienso también en las grúas y en cómo a veces no salvamos nada, pero al menos no colaboramos con que se pierda.
Salvar todo no va a ser posible. Como nuestro activismo imperfecto.
Pero a veces quizás sólo se trata de no dejar de cuidar, de intentarlo.
¿Qué te pasó con estas historias?
Contame, me encantaría intercambiar sensaciones.
Si te gusta este newsletter y mi contenido
¡Sumate a la comunidad para apoyarme! 😉
¡Quiero aprovechar para agradecier a los fieles seguidores que me bancan mes a mes con el valor de un café con medialunas!
Tandem es una comunidad. Tenemos encuentros, charlas, y aunque no es necesario que participen en ninguna actividad, estoy pensando y preparando sorpresas, descuentos y otras cosas exclusivas para miembros.
Así que si te gusta mi contenido y sentís que aprendes algo o te ayuda a cambiar hábitos y tenes ganas de apoyar este proyecto, podes ser parte sumandote acá.
¿Te gustó este mail? Me sirve muchísimo cuando me responden! 🥰
Nos leemos en las redes,
Daf
No puedo creer... me alegra que no tengamos elefantes en Argentina.... pero algo en mi niña interior se entristeció... algo de mi infancia dejo de estar..pero me alegra por Kania
Muy lindo todo este post! Muy movilizante