#1 | Sobre el activismo criticón
¿Qué tienen en común la ropa usada, la crisis ambiental, el día del perdón y nuestro activismo?
¡Hola! 👋
Me alegra mucho que estés leyendo esto, sólo porque significa que lo mandé y dejé de procrastinar “hacer un newsletter”, idea con la que vengo coqueteando hace demasiado tiempo (si no sabes qué es procrastinar, te recomiendo mucho este viejo post de Wait but why, está en inglés pero lo podés traducir). Quiero explorar otros formatos más directos, especialmente para escapar un poco de las redes y los ‘algoritmos’. ¡Espero que te guste!
Hice muchos planes sobre “mi newsletter”, y esto no cumple ninguno de esos planes, ja. Igual ese planificar sólo era una forma de “estar en movimiento”, pero no eran acción. Mucho ‘planning’ a veces es auto-engañarnos y seguir procrastinando: “estar en movimiento” y “accionar” son cosas muy distintas (como aprendí con James Clear en su libro Atomic habits). Una cosa es “planificar” un newsletter, otra diferente es “escribirlo y enviarlo”. Sospecho que algo parecido pasa con muchos “planes ambientales” que se confunden con verdadera acción… 🤔
Así que me olvido del plan (ahí le fallo a James Clear, sorry!), sale como sale, porque como dicen las famosas frases sobre emprendedurismo: “Si no estás avergonzado de tu primera versión, lanzaste demasiado tarde”.
Esto seguro va a cambiar y mejorar, pero lanzarlo, aunque sea imperfecto, me pone en un compromiso con vos -porque si este es el primero, en algún momento tendrá que llegar el segundo, no? -
Si estás leyendo esto, sos de las primeras personas que me confiaron su dirección de mail para leerme (¡gracias!) y si querés, te invito a acompañarme en este proceso de armado del news on-the-go (aunque este no incluya todas las “secciones” que había planeado). Hoy, sólo tengo una reflexión.
¿Empezamos? 😊
¿Cuándo dirías que empezaste a pensar en el impacto de tus acciones en el ambiente?
A veces me siento muy metida en mi burbuja ¿Te pasa? Probablemente todos en mayor o menor medida lo estamos. En parte es porque las redes sociales generan eso, el famoso efecto “cámara eco”, y es también una de las consecuencias no deseadas de las redes, contribuyen a la polarización que nos aleja de la posibilidad de diálogo con el que piensa un poco (o muy) distinto. Esto tiene sus consecuencias a escala social (por ejemplo en las elecciones) pero también impacta en nuestro día a día.
Seguir sólo gente que opina como nosotros tiene sentido, nos sirve para protegernos un poco, porque tampoco queremos exponernos y enfrentarnos voluntariamente a ciertas cosas que nos incomodan o nos generan sentimientos negativos. No tengo ganas de leer mensajes de personas que niegan el cambio climático, ni ver fotos de cazadores posando con su “trofeo”. Claro que voy a protegerme de eso. Pero cuanto más nos cerramos en nuestra burbuja donde todos (o muchos) son “como yo” (personas que ya cambiaron su mirada, entienden lo que está mal en el mundo, cómo mejorarlo y actúan en consecuencia) aunque probablemente me sienta mejor, al mismo tiempo voy a estar cada vez más lejos del “mundo real”, y eso creo que es un problema para que podamos activar eficazmente en ese mundo.
Al menos hoy, 27 de septiembre de 2020, la mayoría de la gente en Argentina y en el mundo, NO conoce casi nada sobre el cuidado del ambiente, no entiende el impacto de sus acciones, ni prioriza el factor ambiental a la hora de tomar sus decisiones diarias.
Es cierto que somos más que el año pasado, más que hace 2 años y muchos más que hace 10; es cierto que está en agenda y sobre la mesa cada vez más, sí, pero todavía somos una minoría. No nos engañemos.
Muchos empezaron recién el último año a incorporar algunas ideas y cambiar hábitos, todos los días se suma gente nueva. Creo que la cuarentena en esto ayudó bastante, y es algo de los últimos meses. ¡Pero la enorme mayoría todavía ni se enteró que el mundo ya cambió!
“Cuando vos fuiste… yo ya fui y vine 20 veces”
😎
Lógicamente, para quienes estamos en tema hace bastante (son unos 10 años para mi como activista y mucho más como entusiasta), algunas cosas nos resultan tan obvias y básicas que nos olvidamos que alguna vez nosotros también las aprendimos, y que de hecho, seguimos aprendiendo todos los días (o bueno, hablo por mi).
Últimamente veo a algunas personas que recién entienden un poquito del tema, criticando a quienes están empezando; que separar es re básico, que la bolsita de tela es re obvio, que cómo no saben del impacto del polvo del desierto del Sahara en la vegetación del Amazonas.
El espíritu crítico de desconfiar un poco de todo es genial. Necesario para entender la complejidad de la sustentabilidad, que nunca es tan lineal, y también para no caer en greenwashing, pero a veces siento que se nos va de las manos. Al final parece que estamos todo el tiempo señalando el vaso medio vacío en vez de notar que ¡ey, de ayer a hoy el vaso está al menos ¼ más lleno! (y de donde vinieron esas gotas van a venir más. Seguro).
Hay algo de satisfactorio en criticar, y confieso que a veces también siento el enojo o el impulso de criticar, especialmente con gente muy cercana (mi mamá se ganó la lotería), pero incluso cuando alguna amiga me cuenta entusiasmada que recién ahora incorporó algo con lo que le insisto hace años, aunque me sienta un poco ninguneada (¡no me escuchan!), lo último que haría es criticarla por no hacerlo antes.
Esta semana, se hizo viral una story que subió Guillermina Valdés a su Instagram, mostrando orgullosa que ella “recicla” ropa (queriendo mostrar que la ropa que tenía puesta, ella la tenía hace 1 o 4 años). El backlash (reacción negativa) fue bastante masivo, en especial porque “usó mal la palabra reciclar” 😱 ¿¡Cómo pudo!? (la realidad es que como comprobé después con esta encuesta, la mayoría de la gente la usa mal).
Comenté puntualmente sobre el caso de GV en IG y en Twitter, pero este ejemplo es sólo un caso más de un patrón que se repite todo el tiempo (acá amplificado por el hecho de que ella es una figura pública y, evidentemente, una no muy querida).
Este caso me deja pensando ¡Qué fácil es criticar a otros! (especialmente en las redes) Parece que marcarle lo malo al otro, hace que nos sintamos mejor con nosotros mismos… pero que a nadie más se le ocurra señalar nuestras fallas o hipocresías, si alguien nos dice algo, seguro en nuestro caso “es distinto…”. (y a ese, block)
Con nosotros mismos tenemos un poco más de auto-compasión, incluso nos gusta hablar de “activismo imperfecto” y de avanzar paso a paso. Porque entendemos que no podemos cambiar todo de un día para el otro, pero eso no es excusa para no empezar a cambiar algo hoy.
¿A dónde se va esa empatía por nosotros mismos cuando vemos a otra persona empezando a atravesar el camino? 🤔
Pero… quizás vos y yo no seamos tan distintos…
La artista británica Florence Given, activista queer y feminista, notó que se repetía este mismo patrón en el feminismo y el anti-racismo y lo resumió perfectamente en una frase: “Dejemos de cancelar personas por cosas que vos mismo dejaste de hacer hace poco”
¿De dónde sale esa superioridad moral para juzgar a quienes están empezando, se equivocan, o todavía no saben “tanto como nosotros”? ¿Acaso nosotros hacemos todo bien, sabemos todo y no tenemos nada que aprender? Mmmm…
“Nunca dejamos de aprender. Creer que ya sabemos todo es pura ignorancia”
(del texto del post de Florence)
¿La generación anestesiada?
Todos empezamos en algún momento. A menos que tengas 14 años, o hayas nacido de padres que fueron re hippies en los 70s, y te criaron en una aldea de permacultura en la que desde bebé aprendiste ideas ambientalistas; el resto de los mortales más normales, nacimos en una casa con un solo tacho “de basura”, comprando y tirando, sin pensar de dónde viene nada.
Si sos millenial como yo, nuestra generación se crió en una nube de pedos en el auge de “los 90s” y crecimos envueltos en colores fluorecentes, plásticos por todos lados y totalmente alejados de cualquier idea de sustentabilidad. Si hoy sabemos algo sobre cuidado del ambiente no nos enseñaron en la escuela, lo tuvimos que aprender solos, lentamente y paso a paso, por interés personal o de casualidad a través de alguien que recorrió ese camino.
De hecho, la generación millenial, “la generación culpable de todos los males”, los que fuimos adolescentes y jóvenes en los 90s, a diferencia de todas las juventudes que vinieron antes y después, nosotros NO nos rebelamos “contra el sistema”. Las grandes revoluciones lideradas por la juventud se frenan en 1989 con el movimiento de Tiananmen Square, y reaparecen recién en los 2010s con la Primavera árabe y estos últimos años en movimientos feministas, ambientalistas, anti-racistas. ¿Qué nos pasó en el medio?
No pretendo hacer un análisis histórico ni sociológico, pero no puedo dejar de notarlo. Probablemente influyó mucho el efecto “Mejor no te metas” que siguió los años después de la dictadura, pero esta “pasividad” de las juventudes en países occidentales en los 90s-2000 no es exclusiva de Latinoamérica. Pareciera que casi en todo el mundo estuvimos como anestesiados con el chupete del capitalismo extremo, no sé. Curiosamente, por algún motivo que alguna socióloga o sociólogo estudiará, somos una generación que ignoró el típico espíritu de rebeldía juvenil. Y ahora ya somos adultos.
El hecho es no sólo los millenials, sino la enorme mayoría de las personas vivas en el planeta hoy, tenemos mucho que aprender sobre cómo coexistir de forma más armónica con la naturaleza.
Todos en algún momento aprendimos que era mejor tener al menos dos tachos para separar reciclables ¿Por qué criticar al que empieza a hacerlo ahora, qué ganamos por haberlo aprendido antes?
“Trata a tu prójimo como a ti mismo”
El lunes es Iom Kippur, el Día del perdón para el judaísmo, y quizás sea una buena oportunidad para todos para reflexionar sobre como nos tratamos entre nosotros. ¿Estamos siento empáticos con otros? ¿Cómo nos hubieramos sentido nosotros si al empezar un cambio, alguien que lo aprendió hace unos meses, nos atacaba diciendo que hicimos o dijimos algo mal, o que no es suficiente, o que es obvio o que “llegamos tarde”? ¿Estamos acaso corriendo una carrera a ver quién llega antes? Probablemente, nos sintamos rechazados…
A veces creo que quizás sería bueno pensar en tragarnos un poco más el orgullo, no sé si engorda o no, pero seguro que es libre de agrotóxicos y ningún animal fue torturado en su producción. 😜
Mi papá siempre decía la frase: “Se atraen más moscas con miel que con vinagre”. Y aunque quizás el que inventó esa frase no conocía las mosquitas de la fruta -que tienen preferencia por los fermentados y les encanta el vinagre- creo que el mensaje es claro:
Si queremos sumar a este camino a nuestra familia, amigos, conocidos, o desconocidos, probemos hacerlo con amor, empatía y amabilidad. Probablemente obtengamos mejores resultados que desde la superioridad, la crítica o el enojo. Quizás no sea fácil, pero es una práctica que sólo vamos a mejorar practicándola.
¿Te pasó de encontrarte criticando alguien que estaba empezando a cambiar hábitos? ¿Cómo fue tu propio camino? ¿Alguien te critico “por no hacer suficiente” o por “no hacerlo antes”?
¡Gracias por llegar al final de este mail!
No sé si fue muy largo, o está bien esta extensión, o mejor me dedico a otra cosa.
Me serviría mucho que me respondas y me hagas saber qué te pareció, respondiendo este mail o haciendo click en este botón :)
Si te gustó podes compartirlo con alguien a quien creas que le puede gustar también, y si te suma valor mi contenido en general y te gustaría apoyarme para que pueda seguir haciendolo gratis para mucha más gente, podes hacerlo invitandome un cafecito desde este link. ¡Próximamente habrá novedades, más opciones y recompensas para quienes me apoyan!
¡Nos leemos en las redes hasta la próxima edición! ¡Que tengas un hermoso domingo!